Carlos Tobar, Neiva, 24 de julio de 2012

Otra vez, en menos de tres años, el mercado mundial de alimentos –especialmente el de cereales– entra en un vórtice de precios enloquecidos al alza, ahora causado por la severa sequía que afecta a gran parte de los Estados Unidos. Desde hace mes y medio, las agencias que vigilan el clima, así como el Departamento de Agricultura de los EE.UU., están enviando señales de alerta sobre la situación de sequía que afecta, en mayor o menor medida, al 80% del área cultivada de trigo, soya y maíz, que puede, según las previsiones, reducir hasta en un 25% la producción norteamericana de granos de este año. Siendo los Estados Unidos el principal productor y exportador mundial de granos, los mercados de commodities están presentando alzas escandalosas en maíz, soya, arroz, cebada y trigo, con variaciones en el primero cercanas al 40% y en los segundos del 20%.

Para un país como Colombia, que con la firma de los TLC, está renunciando a la producción de los escasos cereales que sobrevivieron a la apertura económica unilateral de la década de los años 90 –profundizada a lo largo de la primera década de este siglo–, como el arroz y el maíz, este último con producciones que no alcanzan al 20% del consumo nacional, las consecuencias pueden ser catastróficas en el corto plazo. De entrada los costos de importación de estos productos para consumo directo o como materia prima para múltiples productos industriales, especialmente la elaboración de concentrados para animales, van a encarecer sustancialmente por el efecto en cadena que el mayor valor produce. Las consecuencias en el encarecimiento de productos vitales para la alimentación de la población, se harán sentir de manera inmediata. Así, pollo, cerdo, procesados industriales: pan, galletas…, subirán de precio afectando el bolsillo de los consumidores.

Pero, tal vez el efecto más negativo tiene que ver con el empleo nacional y la seguridad alimentaria. Al aceptar intercambios desiguales con países como los Estados Unidos, que subsidian en proporciones astronómicas, las actividades de producción, comercialización y exportación de sus productos, liquidamos nuestra producción nacional, con la consiguiente pérdida de empleos, pero lo más riesgoso poniendo en manos de países y monopolios extranjeros el suministro de los alimentos básicos de la dieta nacional. En situaciones como la que estamos narrando, la sequía en los Estados Unidos, de manera inmediata nos afecta por el encarecimiento de los productos, y en el mediano plazo, ante una catástrofe ambiental de grandes proporciones, que no está descartada por los problemas del calentamiento global, físicamente nos quedaríamos sin alimentos. Alguien podrá decir ¿y por qué no aprovechamos y los producimos nosotros? Precisamente porque con los acuerdos de libre comercio, al año siguiente, las condiciones de desigualdad, pondrían en inferioridad de condiciones a los agricultores nacionales, y nadie está dispuesto a hacer inversiones de largo plazo, con un panorama de tanta incertidumbre como el que genera las reglas de juego a favor de los productores extranjeros.

Empezamos a ver, cada vez con mayor claridad, los efectos nocivos sobre la seguridad alimentaria nacional de los tratados de libre comercio. ¿Seremos capaces de revisar el rumbo equivocado?

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