Por: Duberney Galvis Cardona. Estudiante de Comunicación, Organización Colombiana de Estudiantes -OCE- Risaralda
Se conmemoró el 9 de febrero el día del periodista colombiano para honrar a Manuel del Socorro Rodríguez y su labor pionera. Han transcurrido un poco más de dos siglos, y exceptuando excepcionales aportes, hoy podemos afirmar que se ha degradado la profesión periodística. Los contenidos de las escuelas de periodismo, las interpretaciones de la libertad de prensa y la independencia de la profesión son algunos de los temas que preocupan.
En Colombia, el marchitamiento de la prensa escrita, de radio y de televisión debe buena parte de responsabilidad a los contenidos impartidos en el aula de clases. Los afanes de la academia por hacerle frente a la mediocridad y apegarse a la objetividad se han permutado por la ambigua teoría “crítica” de la Escuela de Fráncfort.
Autodenominados neomarxistas, los teóricos francfortianos no reconocen el papel fundamental del trabajo en la transformación del hombre y lo califican como ideología ascética y mística. No obstante, el uso de conceptos marxistas les ha significado un gancho para atraer a gran cantidad de comunicadores. De modo que premisas como la de anteponer la felicidad individual a la colectiva, o la de que un hecho o un fenómeno varía de acuerdo con el carácter de quien lo interprete o lo ejecute, se han convertido en la receta para abordar también hechos noticiosos.
En este orden, el acertado método de emplear criterios objetivos para analizar sucesos ha adquirido un aspecto secundario frente al modelo que otorga el énfasis a la espontaneidad y la subjetividad. El enredo presupone que para abordar por ejemplo temas como la pobreza, la corrupción y la desigualdad, el aspecto principal son los atributos personales de los que intervienen en estos temas. De ahí que el fracaso de Santos en estas políticas reciba trato de seda por parte de la prensa. Por lo demás, cualquier análisis periodístico emitido con el rigor de la lógica científica es considerado ortodoxo y dogmático.
Viene ahora lo concerniente a la libertad de prensa. Esta no va más allá de la propiedad. Se entiende entonces que quienes disfrutan de tan anhelado derecho son los propietarios e inversionistas de medios. Si poco o nulo acceso tiene el ciudadano de a pie en el goce de esta libertad, fácil resultará para quienes la restringen proclamarse como los acérrimos defensores de la causa.
Mencionar a los Santos y a Sarmiento Angulo de El Tiempo, a Santos también de Semana, a los Lloreda de El País, a los Ardila Lule de RCN, al Grupo Prisa y los Santo Domingo de Caracol y El Espectador, puede ser un salto con garrocha si de analizar la propiedad de la prensa en Colombia se trata, pero es suficiente para comprender por qué terminan imponiéndose siempre como regla unidireccional las ideas de la clase que tiene el poder. Y, a mayor control monopolístico, “más se tapará con el repiqueteo falaz de ‘la libertad de prensa al alcance de todos’ ” [1]. Es el poder económico el que inspecciona la libertad de este tipo, y para un trabajo periodístico independiente, pasar este filtro es tan difícil como que los alimentos de origen colombiano sorteen los registros sanitarios de Estados Unidos.
A propósito de independencia periodística. En épocas en que soplan vientos de unanimismo artificial, como la actual, brota una especie de alineación planetaria ventilada desde los medios, de lo cual debe apartarse el buen periodismo. Bien lo han enseñado valerosos comunicadores cómo Ramiro Bejarano que, en El País de Cali, (bit.ly/sMwoWX con digno respaldo de Cecilia Orozco), comprobó que en Colombia se está componiendo una prensa que cada día es más libre de periodistas libres. Por supuesto es la libertad que certifican agencias como la SIP. *
También halla dificultades la independencia en los míseros salarios de los periodistas. En el ejercicio periodístico una jornada se sabe cuándo se inicia pero no cuando termina, lo que hace que la concepción para la retribución por sus servicios se parezca cada vez más a la del pago de un monaguillo.
Adenda 1: Juan Manuel Santos acaba de ser pillado en una mentira flagrante, pues afirmó que había salido de las acciones que poseía en El Tiempo. Se comprobó que no es así.
Adenda 2: Reprochable la censura de las directivas de la Universidad Católica de Risaralda al periodista y docente Abelardo Gómez en represalia a sus rigurosas investigaciones y asesorías, entre ellas, una sobre el Ingenio Risaralda bit.ly/Au6BW4. Toda mi solidaridad con su ejemplar labor.
[1] LA PRENSA EN COLOMBA: ¿Cómo informa? ¿De quién es? ¿A quién le sirve?. Gabriel Fonnegra. Página 85. El Áncora Editores.
* Sociedad Interamericana de Prensa
Manténgase informado con la mejor información de Colombia y El mundo entero en elolfato.com
ResponderEliminar