El progreso alcanzado por los países desarrollados ha tenido como pilares fundamentales, la defensa de la producción del empresariado nacional y el fortalecimiento del mercado interno. No habría forma de que las grandes empresas de estos países hubiesen surgido sin el apalancamiento, los incentivos y la protección de sus respectivos gobiernos y sin un mercado interno, una población con la capacidad adquisitiva para asimilar dicha producción y reactivarla en un círculo virtuoso.
Estos principios siguen vigentes a pesar de que las políticas de libre cambio, por medio de las instituciones internacionales que las promueven (BM, FMI, BID, OMC), sostengan lo contrario.
Es una realidad inobjetable. El común denominador de los países desarrollados sigue siendo la protección de sus sectores económicos estratégicos. O acaso, ¿alguien ha visto desmontar los más de 350 mil millones dólares anuales con los que Estados Unidos y la Unión Europea subsidian a sus productores? ¿Son ficticias las excusas fitosanitarias con que estos países impiden las importaciones de productos agrícolas?
El colapso del sistema económico mundial iniciado en 2008 y agravado hoy ha permitido dilucidar, entre otras cosas, el claro desequilibrio entre la producción de los países desarrollados y la capacidad de sus mercados para consumirla. La superproducción, la flexibilización del trabajo y el sistema financiero desvirtuaron el círculo virtuoso antes explicado.
En este contexto se enmarcan los acuerdos de “libre” comercio, por la necesidad de los países desarrollados de enviar sin el menor obstáculo los excedentes de su producción agrícola e industrial y de capitales a los países no desarrollados. El problema no radica en importar tractores que aquí no producimos, sino principalmente que se importen los productos agrícolas e industriales que empresarios colombianos producen, más cuando a los foráneos se les conceden tantos beneficios y sus productos vienen auspiciados con cuantiosos subsidios. Sobre el problema de la desequilibrada competencia Eduardo Sarmiento escribía para El Espectador:
“La reforma arancelaria es totalmente asimétrica; la mayor reducción se da en el país de menor desarrollo, que requiere más de la protección. Colombia baja los aranceles de 13% a 0 y Estados Unidos de 3% a 0. (…) Mientras Colombia abandona la protección de los aranceles, Estados Unidos mantiene los subsidios. El régimen de patentes es mucho más estricto que el existente a nivel internacional. El país renuncia a los mecanismos de control de capitales y regulación cambiaria. Todo esto constituirá una severa limitación para la agricultura de cereales, la diversificación industrial, el aprendizaje en el oficio y la estabilidad de la balanza de pagos.”
Pero Colombia no es nueva en el “libre” comercio. Lleva padeciéndolo más de 20 años. Desde que se inició la apertura económica de Cesar Gaviria, pasamos de importar un millón de toneladas de alimentos en 1990 a importar hoy diez millones de toneladas. Colombia se ubica dentro del top de países alimentariamente más vulnerables y eso también se lo debemos al “libre” comercio. Un tanto peor le fue a la industria que apenas se estaba desarrollando en Colombia. Su participación en la economía nacional cayó 27% entre 1991 y 2006, con un decrecimiento promedio de 0,6 en el mismo periodo.
Por eso es apenas natural que los gremios colombianos se pronuncien rechazando los contenidos antinacionales de estos tratados. El presidente de Fedearroz, Rafael Hernández, Andrés Fernando Moncada, presidente de Fenavi, José Félix Lafaurie, presidente de FEDEGAN, son algunos que, además de rechazar la injusta competencia con la primera potencia agrícola del mundo, entienden que internamente Colombia tampoco está preparada para competir, pues como diría Lafaurie: “Las mejoras solo se hacen en las vías de las importaciones, mientras el 60% de las vías terciarias(por donde los nacionales sacan sus productos) están destruidas”
Por el lado de la industria es ejemplo Guillermo Rodríguez, vocero de ProIndustria, quien, particularmente hablando del TLC con Corea señaló: “Colombia no necesita firmar TLC para vender minerales, esos los reciben sin aranceles. No se puede hacer negocios solo para comprar, quebrando el agro y la industria”. Rodríguez, a nombre de ProIndustria, además participa de la Coalición No TLC con Corea junto con numerosas organizaciones sociales, sindicales y dirigentes de diferentes partidos políticos (Robledo del Polo, Amaya del Verde, Velasco del liberal y Benedetti de la U). En este sentido es ejemplo también Emilio Sardi, vicepresidente ejecutivo de Tecnoquímicas, la empresa farmacéutica más importante del país, quien ha invitado a que “¡Cambiemos el modelo! Ese modelo dedicado a enriquecer al sector financiero y a darles privilegios a los extranjeros””
Cada bien agrícola e industrial que se importa representa una pérdida para los empresarios nacionales que los producen, un paso adelante en la quiebra de nuestras empresas, la destrucción del empleo y el agravamiento de los ya vergonzosos indicadores sociales. Sin aparato productivo, sin empleo, no hay producto “barato” que valga. Tampoco se trata de aislar a Colombia, sino de negociar con dignidad acuerdos con beneficios recíprocos. Ya lo decía el Nobel de Economía, J. Stiglitz: “Este Tratado, (Colombia-USA) no es un tratado de comercio ni libre, ni justo”.
El nacimiento de nuestro partido y la constitución de nuestro Ideario de Unidad representan el grito de un sector supremamente mayoritario de los colombianos. Un sector seguramente superior al 90% cuyo destino está íntimamente ligado con el futuro de la nacióny que hoy insiste más que nunca: “¡Hay que cambiar el modelo!”.
Amplios sectores del empresariado colombiano encuentran vitales contradicciones con el modelo económico imperante, ese que esta “dedicado a enriquecer al sector financiero y a darles privilegios a los extranjeros”. Sepan todos esos empresarios que el Polo es la propuesta nacional y democrática, el Polo es el partido del obrero, del campesino, del indígena, del estudiante y del maestro, del trabajador independiente y también de los empresarios (pequeños, medianos y grandes) que entrelacen su suerte a la suerte del país. Pues como reza un compromiso en nuestro Ideario de Unidad:
“Fortaleceremos el aparato productivo nacional y el mercado interno e impulsaremos una adecuada inserción del país en la economía mundial (…) y en un futuro gobierno nuestro “El Estado intervendrá para fortalecer la producción interna industrial, manufacturera, artesanal, agropecuaria y acuícola.”
Los líderes polistas en cada rincón del país tenemos que redoblar esfuerzos por develar la naturaleza antinacional y antidemocrática del gobierno de Santos y los partidos que conforman su bancada en el Congreso. En mira de hacer real un gobierno de izquierda democrática, el Polo ha de cumplir la labor histórica de liderar la más amplia convergencia de sectores sociales. Convergencia que no podrá ser sino programática alrededor de nuestro Ideario de Unidad. Ideario, que está hoy más vigente que nunca.
Julio César Peluffo
Polo Joven-Chapinero
Consejero Local de Planeación, Chapinero.
Representante Estudiantil al Consejo Directivo de la Universidad Externado.
Miembro de la MANE.
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