25 de Julio de 2012, Mateo Hoyos López , Presidente del Consejo Estudiantil Uniandino


La desaceleración de la economía mundial es evidente. La crisis de la zona euro proyecta una contracción del 0.3% en la economía europea, además de llevar al FMI a reducir la meta de crecimiento de Latinoamérica en 2012 de un 3.8% a un 3.4%. Contrario a lo afirmado por las autoridades económicas colombianas, el país, al igual que el resto de la región, no se encuentra al margen de esta situación y, por el contrario, presenta una desaceleración muy fuerte con respecto al crecimiento del último trimestre del año pasado.

A pesar de estos resultados, el sector minero-energético, locomotora fundamental del gobierno de Santos, presenta resultados positivos y se constituye en el empuje del crecimiento de la economía colombiana. La confianza inversionista, promovida por el gobierno Uribe y hoy fundamento del gobierno Santos, secundada por la mal llamada seguridad democrática, son las principales causas del aumento exorbitante en la inversión en el sector. Las extensas gabelas tributarias, que solo en rentas exentas alcanzaron un valor aproximado de 25 billones de pesos en el sector en 2010 (goo.gl/gzptm), la ya bien asentada flexibilización laboral, reduciendo salarios y demás costos laborales a las grandes empresas, así como la política antinacional de los gobiernos de feriar nuestros recursos naturales, son los incentivos principales para las grandes multinacionales del sector y los grandes inversionistas.

A este opaco panorama de las dinámicas del sector minero, se le suma una situación cada vez más preocupante. El boom minero-energético ha estado acompañado de estancamiento agropecuario e industrial. Han sido varias las voces que han manifestado su preocupación frente a este fenómeno, pues representa un retroceso en el desarrollo productivo del país. Cabe resaltar la voz de intranquilidad de José Antonio Ocampo, excandidato a la presidencia del Banco Mundial y no elegido por su visión económica en alguna medida alejada de la ortodoxia, quien aseguró, en días pasados, que el país ya experimenta una enfermedad holandesa y que, además, los gobiernos han abandonado expresamente el mercado interno y la importancia de la industria como locomotora de desarrollo.

La principal vía por la cual se evidencia la enfermedad holandesa que vive el país es la revaluación. Los desmedidos incentivos a la inversión extranjera fomentan la entrada intensiva de dólares al país, empujando la apreciación del peso colombiano. A esto se le suma la política ya bien conocida del FED, Banco central de los EE.UU., de emisión incontrolada de dólares, depreciando su moneda en todo el mundo. Esta revaluación del peso colombiano frente al dólar, de aproximadamente 19% en lo corrido del año y que a 24 de Julio alcanza un nivel de $1790.39, resta competitividad a los sectores agrario e industrial, imponiéndoles condiciones durísimas para sobrevivir respecto a la competencia extranjera. Esto sin mencionar la quiebra de la producción nacional por los TLC, en especial, el ya vigente con EE.UU. Las consecuencias son evidentes. A mayo, la industria ya presenta tres meses de caída y sin ningún viso de mejoría.

La solución es sencilla. Ya lo decía Ocampo: prestar mayor atención al mercado interno, fomentar la producción industrial y agropecuaria nacional, lo que implica echar atrás el libre comercio, eliminar la legislación de la confianza inversionista, imponer un serio control al mercado de capitales para frenar la revaluación y poner barreras al contagio que hoy nuestra economía puede sufrir por la crisis internacional.

Juan Manuel Santos es un fiel representante de esta política antinacional. Luego, por sencilla que sea la solución, se requiere de una corriente nacional y democrática que recoja a la arrasante mayoría de colombianos y que en la movilización derrote el neoliberalismo que fundamenta las políticas del actual gobierno.

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