Carlos Ospina Marulanda @CarlosOspina9
Organización Colombiana de Estudiantes -OCE- U. Externado
La actual crisis de la producción cafetera, tercera en veinte años, es de lejos la peor y resulta casi imposible encontrarle una solución dentro de la política económica del gobierno actual, la política de la locomotora minera. La enfermedad holandesa, la falta de producto y la caída del precio hacen de esta crisis, un laberinto sin salida.
La primera crisis se dio en 1993, un año después de que el gobierno de Cesar Gaviria cambiara la forma de fijar el precio, adecuándolo al libre comercio. Antes de 1992 el precio se fijaba según los costos de producción más un margen de ganancia. Con la reforma, el precio quedaba determinado por el valor de la libra en la bolsa de valores de Nueva York, multiplicado por la tasa de cambio. Se supeditó el precio a la especulación. Cayeron los precios por debajo de los costos de producción, hubo crisis, se levantó el paro cafetero, se condonaron las deudas y el café siguió.
En 2001 volvieron a caer los precios y llegó la segunda crisis. Hubo ahora paro nacional agropecuario (se sumaron los productores de papa, leche, panela y otros sectores afectados por el libre comercio que rige la economía colombiana desde 1989) y se logró el Apoyo Gubernamental a la Caficultura (AGC), una especie de subsidio que fue olvidado en el 2006 ante la recuperación internacional de los precios.
En las dos crisis el problema es el precio, hoy afecta pero no es el único. Hay que sumarle la falta de producto y la Enfermedad Holandesa. La falta de producto se da porque el Gobierno Nacional decidió en el 2002 cambiar la estrategia del café. Dedicar a Colombia a la producción de cafés especiales (exóticos, con aromas particulares, orgánicos, en fin). Estos son tan solo el 15% del café que se consume en el mundo y lo producen incontables países, incluso Nestlé y Starbucks tienen cafés especiales.
No se logró penetrar este mercado y cayó la producción. En 1992 Colombia producía 16 millones de sacos, en 2007 12.7 millones, en 2010 8 millones, en 2011 7.8 millones y al 30 de junio de este año se habían producido tan solo 3.6 millones de sacos de café. No hay rentabilidad, ni ganancia que permitan mantener los cultivos.
Cerrando la crisis está la Enfermedad Holandesa. El café es el primer producto que siente sus devastadores efectos. Esta enfermedad la sufre Colombia por dedicarse al sector minero-energético, teniendo un auge allí; propiciando la revaluación del peso frente al dólar al no controlar el ingreso de capitales. Así, los productos de la industria y del agro encarecen sus ventas externas y disminuyen su competitividad. Se arruinan en últimas, como le está pasando al café.
La solución de esta crisis ya no radica en unos subsidios gubernamentales o en una condonación de deudas. Habría que darle un giro radical a la política económica de Santos, a la de la confianza inversionista en el sector minero-energético y potenciar la producción agrícola e industrial. De no ser así, no solo el café sino un sin número de productos empezarán a quebrar y a la selección colombiana de futbol no le podrán decir en el mundial “la selección cafetera”.
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