Es conocida la afirmación del presidente Santos, esa en la que dice que la reforma tributaria, actualmente pupitreada en el Congreso, haría ‘chillar’ a los ricos. Afirmaba también que, en caso de que pagaran impuestos, los ricos no debían preocuparse. Y concluía: “Lo que pasa es que demasiada gente en Colombia que debería pagar impuestos, no está pagando impuestos. Y demasiada gente que está pagando impuestos, no debería pagar impuestos.” Tal cosa es exactamente lo que va a suceder, de ser aprobada la reforma tributaria de Santos. Mucha gente que no paga: los asalariados y la clase media, serán los principales contribuyentes, mientras que los grandes monopolios y grupos económicos, beneficiarios hoy de cientos de exenciones y gabelas, entre ellas, una a los dividendos, se verán favorecidos por una rebaja del 33 al 25% en el impuesto a la renta.
La reforma les reduce el impuesto a los verdaderos ricos, pero clava a los trabajadores y a la clase media. Crea el IMAN, un impuesto que recae sobre las personas y sus ingresos salariales y honorarios. A una persona que devenga 3 millones y medio, el impuesto a la renta le va a aumentar en 300%. Santos, un personaje perteneciente a la más rancia oligarquía, considera que los ricos en Colombia son aquellas personas que ganan un salario por encima del mínimo o unos honorarios. El mundo al revés.
En Colombia el eje de la tributación es el IVA, impuesto regresivo y antidemocrático por definición, que golpea a todos por igual. Se cobra lo mismo al banquero Sarmiento Angulo que al tendero de un barrio popular de Bogotá. La reforma santista consolida este tributo, por medio de tres porcentajes: grava elementos de aseo personal con el 16% y crea el impuesto del 8% al consumo. ¡Hasta el corrientazo llevará del bulto con esta retardataria reforma!
Por cuenta de la política de confianza inversionista, los monopolios y las más grandes empresas pagan mucho menos que las pequeñas y medianas. Es así como el sector minero, por cuenta de descuentos de zonas francas y de reinversión de utilidades, tan solo paga un 13% efectivo de impuesto a la renta y el sector financiero, un ínfimo 8,3%, mientras que la tienda de barrio o la empresa innovadora recién formada termina pagando un 33%. Allí hay otra gran inequidad.
Esta reforma, al igual que la Ley de Primer Empleo, la flexibilización laboral, las cooperativas de trabajo asociado y el recorte a las compensaciones por horas extras, promete la “creación y formalización de empleo”. Utilizando este argumento, se justifica la reducción del 33% al 25% en impuesto a la renta de las empresas, se propone eliminar los parafiscales hoy dirigidos al SENA, al ICBF y a la salud. El Gobierno se ha inventado para suplir esta falta de recursos un impuesto denominado CREE. Sin embargo, esta nueva contribución no alcanzará a cubrir los 6,7 billones que hoy representan los parafiscales para estos tres sectores y afectará el bienestar social de la población al debilitar instituciones tan queridas por el pueblo colombiano como el Sena y el ICBF. El resultado final es una reducción del orden, aproximado de 5,8 billones de pesos para las empresas y el desfalco en los recursos de las tres importantes instituciones. Fiel a su estilo mañoso, el presidente Santos sigue sosteniendo que la reforma es favorable, pues crearía un millón y medio de empleos. Muchos y muy distinguidos analistas afirman que no es cierto.
Es tremendamente regresiva, antidemocrática y antinacional la reforma en curso. Los jóvenes en Colombia debemos ser cada vez más conscientes de la naturaleza de estos gobiernos neoliberales. Resulta fundamental que defendamos el SENA y al ICBF, que luchemos contra la estructura inequitativa del país, ahora secundada y profundizada por esta reforma tributaria. Creemos que la única alternativa es hundirla. Desde Polo Joven, contribuiremos a que este “frankenstein” que cursa en el Congreso sea derrotado.
¡Este 5 de diciembre, todos a las calles a tumbar el frankenstein tributario!
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